El cómic, la historieta, el tebeo, ha tratado todos los temas y todas las épocas de la Historia.

A través de sus páginas, los niños, los adolescentes, incluso los mayores, no sólo hemos disfrutado distrayéndonos con la imaginación de los autores de nuestros héroes preferidos, sino que también adquirimos conocimientos, aprendiendo nuevas palabras, Geografía, Historia, Literatura, Arte y otras muchas materias; incluso aprendimos a reír y algo de crítica social en las revistas humorísticas, como Pulgarcito, de la casa Bruguera.

Algunas revistas infantiles publicaban páginas culturales y en los años 40, tras la guerra civil española, muchos niños aprendieron a leer en aquellas atractivas páginas llenas de dibujos.

Los tebeos han sido un instrumento de distracción y solaz, de escape de la realidad cotidiana en la Fantasía y la Aventura. Arte muy criticado por algunos medios y organizaciones, políticas y religiosas, han sido el objeto de hasta persecución y anatemas, con acusaciones como apología de la violencia, incitación al crimen y perversión sexual, pero continúa vivo y en expansión, pese a todas las dificultades, las acusaciones falsas y las envidias.
El ser humano necesita este arte, que algunos llaman "secuencial". Un texto escrito por un autor es esencial, poético, evocador, instructivo. A su vez, las ilustraciones ayudan a la comprensión de un texto, le dan forma concreta y, a veces, es una interpretación del autor, que puede diferir en parte con la visión del lector.

Y la Historieta ha evolucionado hasta el punto de generar obras maestras que no solo quieren distraer, sino hacer pensar, pasar un mensaje y poner de relieve la personalidad del autor, en suma, ponerse a la altura de la Literatura, produciendo libros de cómics llamados "novelas gráficas". Ejemplo notable es el Haxtur, de Víctor de la Fuente, o la obra de un Claude Auclair, en Francia, como la serie de Simón del Río, o Bran Ruz.

A. Riera